Mejor agachar la cabeza y no decir nada, que luego no se sabe lo que pasa... Tú tranquilita/o en tu rincón, que es como mejor te va a ir... Tú no estás hecho para esas cosas... La carrera profesional no está hecha para pasárselo bien, sino ¡para trabajar! ... Hay que sufrir para vivir... Si no haces lo que yo quiero, dejaré de amarte... No protestes, porque a la gente no le gustan las personas que protestan...
Manipulación al cubo. Frases pronunciadas en la vida diaria por madres castrantes, padres cobardes, profesores mezquinos, compañeros de trabajo envidiosos, novios acomplejados, novias mandonas... Gente que reúne en una sola persona dos defectos gravísimos y extremadamente dañinos para cualquiera que tenga que estar a su lado: la cobardía y le envidia. A veces incluso, acompañados de un tercero, también muy dañino: el odio.
Gente, en definitiva, que mezcla en un asombroso cóctel la mezquindad, el egoísmo, el complejo de inferioridad y la envidia. Gente que practica la supervivencia mediante la humillación y le pisotón en la cabeza de los demás.
Pero ¿no es acaso de cobardía de lo que estamos hablando?
Una cobardía bien escondida, por lo demás, entre innumerables cualidades superficiales, tales como una sonrisa permanente, el peloteo más o menos disimulado, la aceptación de todas las reglas, la obediencia a los líderes de las corriente de opinión mayoritarias. Pero es cobardía. La de no saber enfrentarse a sus propios demonios, de no hacerles frente, de no reconocer lo mediocre que es uno, de no querer mejorar, en definitiva. La cobardía de querer disimularse entre una mayoría y de castigar al que destaca. Por desgracia, practicada en muchas familias desde el nacimiento. Generaciones enteras que viven en penosas condiciones emocionales, en medio de las cuales su propia brillantez no solamente no es descubierta y potenciada, sino más aún: pisoteada y destruida. Personas que, de mayores, harán lo único que aprendieron: envidiar, coartar, destruir. Y no mejorar. Pero eso sí, sonreír e integrarse en la masa. Y se llamarán a si mismos triunfadores.
Cuando uno aprende cobardía, creerá toda su vida que no hace falta mejorar como persona, solamente acaparar más cosas y transformarse en alguien al que los demás obedecen. Aunque sea mediante manipulación o a la fuerza.
Y el pisotón se lo llevan aquellos que todavía están al principio de su camino de descubrirse a si mismos, aquellos que luchan por preservar su diamantito, escondido dentro. Si el pisotón es lo suficientemente fuerte, conseguirá anular ese brote de genialidad. Si no lo es, lo dejará malherido. Pero nadie asegura, ni que el del pisotón no levantará cabeza, ni que no pisoteará a su vez a otros.
Líderes no son los que dan órdenes: líderes son aquellos que desarrollan a sus colaboradores. Padres y madres son aquellos que desarrollan a sus hijos. Amigos son aquellos que apoyan aquello que le hará a uno llegar más lejos y más alto.
¿Remedio para la cobardía? Auto-crítica. Dejar de mirarse el ombligo para pasar a mirarse la cara en el espejo y saber reconocer los errores propios. Y cuando se haya hecho eso, se podrá uno ponerse en la vía de la sana auto-mejora, no tanto para impresionar al prójimo, sino para impresionarse a si mismo. Y así quizás haya menos pisotones en la cabeza.
4 comentarios:
Mi enhorabuena por este agudísimo y brillante post. Lo que dice es la verdad con letras mayúsculas. Gracias por haberlo escrito. Después de leerlo ya no me siento tan mal.
Maravillosoo!!! Me cautivo i me llego mucho este post gracias por publicarlo... Me hiso tan bien leerlo le agradesco muchisimoo.. Besoos..
Hiper buenísimo. Estoy en una etapa muy pura, muy q estoy viviendo como deseo y kiero y percibo muchas envidias. Tb de mi madre y de mi familia. Al final hacemos lo q otros kieren para q nos kieran. Me da igual, eso n no es amor. Yo a lo mío. Buen artículo.
Buen artículo, el egocentrismo, narcisismo, etc es el cáncer mental de nuestros días.
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