domingo, diciembre 24, 2017

Lo que más nos gusta es criticar

La crítica... criticar, no dejar títere con cabeza... creerse mejor que los demás, sufrir cuando a alguien le va bien. 

Alegrarse de cuando a alguien le va mal. Y si se muere y desaparece - como las cucarachas con Cucal - pues mejor que mejor. No queremos ver el bien. A veces ni siquiera el bien nuestro propio. Será que la crítica y el egoísmo nacen de una profunda infelicidad, que se apodera de las almas de los más débiles.



La crítica no nace del sano deseo de hacer mejorar al prójimo, sino de la miserabilidad del alma, del complejo de inferioridad (porque el que es verdaderamente superior no tiene necesidad de ir prestando atención a la mierda, si es que de verdad es mierda), de la necesidad de ocupar el día con algo, y si ese algo se parece a "darse vidilla" comprobando lo bien que me va mí, y lo mal que le va al vecino, pues mejor que mejor.

Nada más lejos de la realidad. La envidia, el complejo, son el resultado de unas personalidades trastornadas, traumatizadas, probablemente también víctimas de la envidia o de ambientes nocivos donde la gente está más pendiente de lo mal que le va al vecino, que de su propia vida.

En definitiva: la crítica es propia del pobre. Del pobre no sólo en dinero, sino también en valores, en valor propio, en amor, en cariño, en positividad... Cuando te critiquen, ten esto claro: el que lo hace es un pobre. No tú.

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