lunes, septiembre 30, 2024

Los deseos de los humanos no tienen nada que hacer contra el plan divino

No importa lo mucho que lo quieras. Ver fallar al compañero de trabajo... ver a la vecina que se desloma por las escaleras por aquella mirada de semi-desprecio que te dirigió - quizás, sin querer - aquel día que os cruzasteis de casualidad en el ascensor... ver cómo tu primo se arruina con esa "segurísima" inversión de la que tanto te habló, pero sobre la cual tú nunca acabaste de creerte nada... En fin, ver caer al prójimo en el más oscuro abismo de oscuridad y fracaso... Nada te daría más placer. 


Pero, ¡eh!, espera que no contabas con el plan de Dios. 

Sí, ese Dios, al que casi nunca haces caso pero quien se sale con la suya más veces de las que no. 

Pues hete aquí que Dios no quiere que se caiga la vecina. Que Dios no desea que el compañero falle, sobre todo ahora que va a ser padre y que necesita mantener su trabajo más que nunca... (y tú que pensabas tenderle una trampa, ¡ay. amigo!). Y que tampoco quiere que tu primo se vaya a la ruina, ni nada que tu pequeña mente esté actualmente imaginando. 

Dios tiene otros planes. Para ti y para ellos. Para todo el mundo. Hazte a la idea de que no existimos, tú y yo, y que solo "venimos" a este mundo para tener una experiencia en nombre del Mismísimo. Él nos necesita para encarnar el éxito y el fracaso, la tristeza y la alegría, y, por tanto, nos ha creado - iguales, aunque tú no lo creas - para que sirvamos de peones en una complejísima trama de historias entrelazadas, resultado de las cuales va a ser una conclusión vital acerca de lo que funciona y lo que no en el mundo. El Ser Superior - Dios - se está experimentando a sí mismo. 

Así que, si Dios no quiere, no pasa. No se hace y no se logra. 

Tú, como ser humano pequeño que eres, puedes intentar - transitoriamente - cambiar el curso de las cosas, pero una cosa te aseguro, saldrás escaldado, amén de que no conseguirás nada de lo que tu pequeña mente se propone. 

El hombre propone y Dios dispone. Acéptalo.