España ha entrado definitivamente en el torbellino de la globalización, y, por lo tanto, todos sus males ya empiezan a aquejarla, tras unos años de bonanza.
Esto es: tras un período en que España ha sido el África de Europa, la subida del coste de la vida y la globalización (ese maravilloso fenómeno que permite que las grandes multinacionales trasladen sus centros de trabajo allí donde la explotación es masiva y las leyes laborales más débiles) están acelerando el temido fenómeno del off-shoring.
El último capítulo le ha tocado a la plataforma de atención al cliente de Atento, situada hasta ahora en Galicia y a partir de ahora en Perú y Colombia. Los despedidos se han concentrado en las calles para protestar contra esta medida, pidiendo incluso que rueden cabezas de políticos (¿por qué? como si ellos pudieran hacer algo, salvo extender la mano y dejarse untar cuando de conceder ayudas estatales se trata). La Policía ha cargado duro contra los manifestantes, resultando incluso en un maltrato claro hacia una de las delegadas sindicales.
Y lo que más me llama la atención de esta noticia, y de las muchas que empiezan a concentrarse estos días por anuncios de deslocalizaciones, cierres de fábricas, etc..., es que, en efecto, la Policía y las fuerzas de seguridad, en general, van a tener bastante trabajo reprimiendo este tipo de manifestaciones. A raíz de lo cual me he acordado de una noticia que salía en los periódicos hace un mes, que anunciaba un record de oferta de plazas de policías y guardias civiles este año, como no se había visto desde 1992.
Será en previsión de tantos disturbios extras, ocasionados por los efectos colaterales de la globalización y también por el tan cacareado pinchazo de la burbuja inmobiliaria y sus efectos drásticos sobre la situación económica de muchas familias. ¿Será cierto eso de que cuando hace falta tanta policía en las calles es que algo gordo se avecina?
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