Arrastrarse por los suelos en pos de ese favor por parte de nuestros jefes: un ascenso, un aumento de sueldo, un cambio de puesto a otra cosa más interesante, ¿es una buena estrategia o no? Yo diría que no.
Humillarse es una práctica dolorosa y proviene de confundir el hacer favores con el dejarse abusar.
Los sujetos más susceptibles de ser víctimas de este comportamiento son los faltos de autoestima, los desesperados por subir a toda costa pero que carecen de inteligencia suficiente como para hacerlo de forma menos costosa. Ante la falta de oportunidades mejores, eligen entonces la más baja: la del arrastre.
Esto va mucho más allá que el simple llevar cafés y croissants a los jefes, prodigarles elogios en el campo de golf o en la cancha de padel o alabarles el gusto al escoger un vino. Eso es sencillamente hacer la pelota.
No, humillarse es otra cosa. Es hacer cosas que nos hacen sentir verdaderamente mal, que despiertan esa vocecita interior nuestra que nos dice que esta vez nos hemos pasado, que hemos trasgredido nuestros valores.
Humillarse consiste en dar más que lo que se tiene, en poner en jaque la vida personal para caer mejor a la empresa, en exponerse emocionalmente teniendo que dar detalles personales sólo para entretener al poderoso mientras éste nos toma por su juguetito, por su mando de la tele, al que aprieta cada vez que necesita algo de diversión.
Humillarse es convertirse en el bufón de la corte, en ese tontorrón que nunca dirá que no y encima se esforzará por tragar lo inaguantable con una patética sonrisa en la cara. Mientras, el jefe se dará la vuelta, tras haber asistido al espectáculo, y pensará para sus adentros "este tío es tonto". Y lo despreciará.
La delgada línea que separa el peloteo de la humillación muchas veces se traspasa sin que la víctima se dé ni cuenta, hasta que no es demasiado tarde. Y entonces, cambian las tornas: lo que se creía ser una buena estrategia acaba convirtiéndose en una trampa social y laboral, de la cual es muy difícil salir. Una vez aceptado el puesto de bufón de la Corte, los amos no le permitirán a éste dimitir y pasar a engrosar las filas de los mandamases. El que ha sido bufón una vez, lo seguirá siendo siempre. Para eso está el sistema de castas en el mundo laboral: la de bufón tontorrón que se deja abusar es la más baja. Incluso los pelotas se permitirán mirarle por encima del hombro.
La humillación abusiva no es intentar llevarse bien con los jefes. Es intentar que nos pisoteen. No lleva a ninguna parte y es altamente contraproducente. Y es que esperar inocentemente a que se nos recompense por dejarnos pasar por encima es infantil y muestra un alto grado de desconocimiento de la naturaleza humana: es siempre mejor pasar por encima de los demás que dejarse pisotear por ellos. Nunca nadie ha recompensado por nada a los que hacen de alfombra.
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8 comentarios:
Hola, por casualidad encontré tu blog y este comentario me pareció interesante.
Has dejado claro el punto de vista del que se humilla. Pero y los humilladores, ¿que tipo de personas son?, ¿inteligentes?, creo que no mucho, porque se acaban rodeando de humillados.
Además los humilladores, ¿no se dan cuenta que están rodeados de falsedad y realidad virtual?
Quizás me he liado un poco, pero es que todos los días tengo que ver a humillados y humilladores y estoy hasta el gorro.
Hasta luego.
Pures bienvenido, jabel, ya verás cómo en este blog abordamos todo esos temas a los que te refieres. Te recomiendo que vayas hacia atrás leyendo en el blog, y encontrará un montón de posts dedicados a la forma de actuar de los "humilladores".
Pues una vez me humillé yo por mis jefas. Fue voluntario. No me obligaron. Pero resulta que una de ellas, una vez tapó el inodoro y yo partí el submarino con mis propias manos, porque no había otra cosa para usar. Sí, señor, con mis propias manos lo hice. Todo para que no llamaran al plomero por eso. ¿Y de qué me sirvió? Nada. Sólo me seguían agregando funciones.
Por Dios, cebolla, qué bestia eres. Como no comprendo muy bien el argentino, ¿quiere eso decir que tuviste que desatascar el vñater tú solito? ¿Con lo que había dentro?? Qué valor.
¿Seguro que esa jefa tuyo no "te ponía" ni un poquito?(caliente, se entiende, es una expresión española). Porque para hacer eso...
Yo me huelo, cebolla, que a tí en realidad las mujeres te encantan y te dominan, por eso les tienes tanta "tirria" (manía). Venga, confiesa.
No me ponía para nada, Lunes. Ninguna de las dos. Pero así me tomo yo esto de la lealtad.
Haciendo un análisis más profundo, me di cuenta que no podían hacerse cargo de su propia mierda. Y por eso terminé yo partiendo una boñiga anónima, creyendo que se trataba de una gesta heróica que sería tomada en cuenta, como hacemos todos los que nos consideramos leales y procesamos la mierda de los jefes.
Confieso, sí, que me encantan (las mujeres, no las boñigas). Pero ya no me olvido del látigo, Lunes. Sólo por si acaso.
Esa lealtad de los escorpio... la conozco bien, aunque suele ser una jodienda que nos complica la vida, en vez de lo contrario... Yo ahora ya no llevo el látigo, directamente paso de los demás y de lo que quieran y de lo que piensen. Yo, a lo mío, y si me dejan hacer lo que quiero muy bien, y si no, hasta la vista, baby.
jajaja, ¡qué bueno Cebolla! De todas formas tienes que tener en cuenta que al que está cubierto de mierda se le trata como mierda, aunque suene algo "rupestre".
De mi experiencia de humillación, que ha sido suficiente, puedo decir que hay una diferencia entre los "trepas lameculos", cuya humillación se traduce en beneficio, los pasotas y cabrones, cuyo desdén se traduce en beneficio y los simples humillados (humilliatio simplonis, en latín macarrónico :P) cuya postración se traduce en una patada en el culo.
en mi trabajo tenemos al lameron de turno, que incluso mi propio jefe dice, que como es posible que se sea tan miserable, he estado en varias empresas y siempre hay un lameron, pero cuidado a muchos de ellos cuando han tenido problemas el jefe los a despedido
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