Y los resultados no son nada buenos en ninguno de los tres ámbitos. En lo económico se hace reflejar lo siguiente:
El PIB ha aumentado cerca de un 3% anual en los últimos 35 años. Sin embargo hay que matizar que el crecimiento del PIB no indica un acercamiento a la sostenibilidad, ya que suele aumentar a costa de la destrucción ambiental. Así el PIB se incrementa si se tala un bosque y después se vende la madera y se urbaniza el terreno, o si se consume agua embotellada en lugar del agua de los ríos colindantes.
Y en lo laboral, más de lo mismo: los tradicionales déficits de España con respecto a los países más desarrollados de la UE se siguen manteniendo, con lacras incrustadas en las prácticas empresariales españolas como la temporalidad, la discriminación salarial de las mujeres respecto a los hombres y la siniestralidad en el lugar de trabajo.
La tasa de empleo muestra una tendencia ascendente desde 1987, si bien sigue siendo una de las más bajas de Europa (61,7% en 2004). La tasa de empleo española de personas de más edad se sitúa en el 41,1% y, al igual que ocurre con la tasa de empleo total, es mucho mayor en los hombres que en las mujeres. La tasa de paro de larga duración es el 3,9% y también afecta más a las mujeres que a los hombres.
La tasa de temporalidad española (32,5% en 2004) continúa siendo la más elevada de la UE, con una diferencia en torno a los 17 puntos.
Cada año se registran cerca de 2 millones de accidentes de trabajo. En 2002, la siniestralidad laboral española duplicó la media europea.
Además, la diferencia entre las personas con ingresos altos y las personas con menores niveles de renta es superior a la media europea.
El índice de Desarrollo de Género creció en el Estado español un 15,2% en el periodo 1990-2002, aunque el salario medio de las mujeres se ha mantenido en torno al 70% del salario de los hombres, y sus ingresos fueron casi tres veces menores que los de los hombres.
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