miércoles, noviembre 08, 2006

El rechazo al desempleado tras un despido

Muy bien, ha ocurrido… Lo que temías que ocurriera algún día ya ha pasado y te encuentras “en la calle”. Estás desorientado, confuso, no sabes qué hacer, no sabes qué será de tí aunque tienes una idea muy clara de qué es lo que NO te gustaría que fuese de tí: estar en el paro.

Bien por una restructuración de la empresa, bien porque has cometido un error imperdonable (poco probable en estos tiempos donde todo el mundo pone lo mejor de su parte para conservar su trabajo), bien porque ha sido el desenlace previsible a una situación de acoso en el sitio del trabajo (cada vez más frecuente, desgraciadamente). El caso es que ahora estás sin trabajo y un poco/bastante desorientado al principio.



¿Y ahora, qué? ¿Ponerte a buscar trabajo inmediatamente? ¿Tomarse un descanso bien merecido? ¿Empezar algo por cuenta propia? Sea cual sea tu decisión, estará bien tomada mientras no te sientas presionad@ a hacerlo. Si te apetece descansar, descansa, si lo que quieres es ponerte a trabajar en seguida y no perder el tiempo (o porque tu situación económica no te permite hacer un “break”), encuentra un trabajo. Lo importante es que en estos momentos, más que nunca, hagas aquello que más te apetezca, sin forzarte, y siendo consciente y comprensivo con tus emociones y sentimientos.

En caso de querer tomarte un descanso, es importante contar con el apoyo de tu familia o pareja, para que te puedan sostener no solamente económicamente, sino también emocionalmente, quizás el tema más importante. Con demasiada facilidad, los más cercanos al que se queda en paro pueden mostrar con el tiempo algo de indiferencia o incomprensión por el estado emocional del parado. Si bien en un principio todo el mundo se muestra comprensivo (más por una cuestión de imagen que por otra cosa), con el tiempo incluso la pareja puede soltar frases algo hirientes como “ponte a trabajar, no vaguees” o “yo no estaré siempre para sacarte las castañas del fuego (?)”, etc… Cuando más cercana sea la persona que nos dedica tan “cariñosas” frases, peor nos vamos a sentir.

Lo que ocurre es que la gente, normalmente, tiene una capacidad de empatía muy pequeña y muy limitada en el tiempo. En realidad, la gente, y es bien sabido, admira a los triunfadores, quiere estar a su lado, pero tratar con los desempleados parecen ser algo muy incómodo. En palabras de un recién desempleado, te sientes tratado “como si tuvieras el SIDA”, es decir, evitando tratarte de forma prolongada, más o menos cortésmentey siempre con un deje de condescendencia difícil de soportar.

Si encima el despido se produjo en circunstancias difíciles, como resultado de un acoso moral o sexual, el desempleado tendrá que hacerse cargo de unas emociones muy complicadas, y arrastrando una posible situación de depresión, resultado de las prácticas vividas dentro de la empresa. En estos casos, la recuperación del ánimo necesario para hacer frente con garantías a una búsqueda de trabajo puede alargarse bastante en el tiempo, y es en estos casos cuando la familia tiene que volcarse absolutamente en el cuidado, la escucha y el alivio de la víctima del acoso. Aunque la buena noticia es que esa situación se ha acabado, por lo que la víctima tiene la garantía de que al día siguiente no tendrá que volver a hacer frente a los mismos estímulos negativos a los que se venía enfrentando y es libre de comenzar el proceso de curación.

En todo caso, amigos y familiares deberán evitar en la medida de lo posible hacer juicios fáciles o lanzarse a agobiar con consejos de todo tipo a la persona desempleada, que probablemente ya tendrá en mente ella misma esos consejos. Lo más recomendable sería respetar el período de duelo necesario para sobreponerse a la pérdida del trabajo, que está calificada como una de las situaciones que crea más estrés (tras la muerte de un familiar y el divorcio).

Este período de duelo, además, es altamente recomendado por los psicólogos, ya que permite a la persona hacer un punto y aparte en su vida, reflexionar sobre los puntos fuertes y débiles de su situación en el pasado y permitirle descansar para enfrentarse con renovadas fuerzas a la búsqueda de trabajo, que suele ser agotadora.

En todo caso, habrá que ser conscientes que es en estas circunstancias donde los verdaderos amigos se conocen, y que es posible que algunos ya no quieran estar tan cerca como lo solían hacer antes, bien porque no puedan aguantar la depresión del que se acaba de quedar en el paro, bien porque el parado ya no les resulta “interesante” para sus proyectos o relaciones de negocios, bien porque temen algún tipo de “contagio” (aunque parezca mentira, muchas personas consideran que el “mal fario” de los parados podría acabar contagiándoseles si tratan a menudo con este “tipo” de gente).

Si es así, hay que tomarse esta situación como la oportunidad de distinguir entre los vedaderos amigos y los que sólo actuaban por interés. Pero indudablemente, esto puede constituir un motivo adicional de depresión, al descubrir que estábamos siendo utilizados por determinadas personas, únicamente en razón de nuestra posición laboral o empresa donde trabajábamos.

La realidad es que el rechazo al desempleado existe y es practicado, desgraciadamente, por un montón de personas: empezando por los propios funcionarios de la oficina del INEM, que se suelen comportar con mucha condescendencia, y terminando con algunos miembros de nuestra familia o amistades próximas, que de la noche a la mañana cambian su forma de comportamiento y ya no mantienen conversaciones normales como no sea para dar consejos que, por supuesto, sólo ellos están en disposición de dar.

Un poco de paciencia con esta situación, porque el dicho dice que nada en la vida es eterno y una vez que el desempleado se encuentre con más fuerzas, podrá dar ese cambio a su vida que le permita volver a estar plenamente activo, con la ventaja añadida de que sabrá que conserva en su entorno sólo a los verdaderos amigos y a la gente que de verdad le quiere.